viernes, 22 de febrero de 2008

Los derechos de los cubanos

Arnaldo Clavel Carmenaty

Hoy muchos por ahí andan “asombrados” porque Fidel Castro ha hecho pública su decisión de no aceptar su elección para ocupar los cargos de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República de Cuba.

Los que durante años le han acusado de mantenerse aferrado al poder, han sido los primeros en formar el “corre-corre”, pidiendo y en la mayoría de los casos exigiendo -como si alguien les hubiese dado ese derecho- una transición en el país.

Parece que esos “salvadores”, de verdad han llegado a creerse que el mundo y especialmente los cubanos tienen los ojos vendados y carecen del más elemental conocimiento acerca de lo que se esconde detrás de tan cacareadas declaraciones.

Los cubanos tenemos algo muy claro: la transición se hizo en Cuba hace mucho tiempo, cuando transitamos de un sistema capitalista, excluyente y explotador hacia el socialismo, que por primera vez dio a los cubanos justicia social e igualdad de oportunidades sin distinción de razas, sexo, credos o filiación política.

Esto es: con el socialismo se instauró el gobierno de los trabajadores, de los pobres, y desde luego para ello hubo que destronar a los ricos, a los explotadores, a esos mismos que desde Estados Unidos o cualquier otro país mantienen una obstinada batalla, sin importar las más crueles formas como el terrorismo, para tratar de devolver a los cubanos el pasado, donde ellos eran los amos y el pueblo la masa esclava y obediente que debía sacrificar todo para que los poderosos económicamente vivieran en la opulencia.

Es cierto que los cubanos estamos apremiados por una serie de carencias materiales, marcadas en primer lugar por el despiadado bloqueo económico, financiero y comercial que mantienen el “democrático” gobierno de Estados Unidos contra Cuba desde hace casi 50 años y, por qué no, por algunas insuficiencias nuestras que tenemos que erradicar.

Pero de ahí, del deseo y la necesidad de resolver las dificultades económicas, a renunciar a todo lo que ha significado la revolución para Cuba, va un gran trecho. Desde luego que los cubanos sabemos apreciar lo que significa para un país del tercer mundo tener educación gratuita, servicios médicos del más alto nivel al alcance de todos, seguridad y asistencia social para todos como un derecho inalienable de los seres humanos.

A esos que fuera de Cuba claman por “el cambio democrático” se suman algunos dentro del país, que a cambio de unos cuantos dólares están dispuestos a vender sus servicios al imperio. A todos ellos la ética de Fidel y su pueblo les parece irreal y hasta llegan a creerse que realmente en Cuba las grandes masas están tan ciegas como para no saber lo que les vendría encima en caso de instaurarse aquí la democracia que Washington y sus aliados quieren para este país.

Por favor señores, con ese cuento a otros, los cubanos sabemos lo que queremos y lo que hacemos. Déjennos vivir en paz y hacer lo que nos dicte nuestra conciencia. Mejor ocúpense de resolver el problema de los millones de pobres que en el mundo, muchos dentro de los propios Estados Unidos, no tienen un seguro médico o una asistencia social, o tan siquiera un maestro que les enseñe a poner su nombre, o un pedazo de pan para mitigar el hambre.

Cuba sabe lo que quiere para sí y para muchos otros. Conocemos nuestros derechos y los vamos a ejercer a toda costa. ¡Nuestra dignidad está por encima de todas esas promesas!




jueves, 21 de febrero de 2008

La irrefutable realidad del líder digno que es Fidel Castro

José Ángel Álvarez Cruz

Pocos seres en el mundo se cuentan entre los que han dedicado a una causa más de medio siglo, mucho menos si esta causa tiene el tamaño de una Revolución como la cubana, que florece auténtica e independiente a unas pocas millas náuticas de su colosal enemigo.
Miles de cables noticiosos circularon en el mundo al unísono, desde que el Comandante en Jefe Fidel Castro, anunciara que no aspirará a la reelección como presidente del Consejo del Estado y Comandante en Jefe, concluyendo así un mandato glorioso y digno, que no estuvo exento de disímiles vicisitudes, provocadas muchas por el constante asedio del imperio norteamericano y su afán de derrocar el proyecto socialista que aún perfecciona Cuba.
La mayoría de los criterios noticiosos redundan en el hecho de reconocer a Fidel como una de las figuras políticas más sobresalientes de las últimas cinco décadas.
Pero al margen de lo escrito, los cubanos, los de Fidel y Raúl, tenemos bien claro el papel que nos toca en lo adelante y respetamos la decisión del Comandante el Jefe, seguros de la continuidad del proyecto que él inició y que contribuirá a perfeccionar.
El pueblo seguirá con el proyecto cubano de sociedad, porque detenerse ahora sería defraudar los ideales y el legado de un hombre que lo apostó todo a la construcción de un país, donde el hombre fuera el protagonista y no el mercado, donde la solidaridad se esgrime como paradigma, el altruismo es regla y la patria el tesoro más preciado.
Cuba ha hablado todos estos días en la voz de sus habitantes; su población, acostumbrada, por convicción, a apoyar a sus líderes, ha dado el visto bueno a la decisión de Fidel, que otra vez derrota a sus críticos, haciendo gala de una verdadera democracia, para dejar en ridículo a quienes lo acusaban de estar embriagado de poder.
FIDEL RENUNCIO HACE MUCHOS AÑOS
Los enemigos de la Revolución Cubana y otros que no lo son tanto, pero se les nota confundidos, insisten en usar el término de renuncia para calificar la decisión de Fidel de no aspirar ni aceptar cargos al frente del Consejo de Estado ni como Comandante en Jefe.
Lástima que no sepan interpretar que Fidel continuará en nuestro proceso porque construyó sus cimientos y consolidó sus bases, si conocieran la historia de este gran estadista, bastaría para apreciar que sus verdaderas renuncias datan de décadas y se han sucedido una tras otra.
Renunció desde temprana edad, por ejemplo, a llevar una vida de comodidades que podían propiciarle los bienes de su familia, para comandar la lucha por una nación que dignificara a su pueblo.
Renunció al descanso necesario y optó por el sacrificio del “arte casi inaccesible de dirigir una Revolución”.
Renunció a una juventud de primaveras, para concentrarse en la dirección de un país que el capitalismo había sumido en una estela de corrupción, analfabetismo y desigualdad.
Renunció a los beneficios económicos que en cualquier nación del mundo obtienen los Jefes de Estado y optó por un salario humilde, superado por el de muchos trabajadores.
Renunció a negociar la Revolución, cuando de desmembró el campo socialista y los cantos de sirena surcaban las costas cubanas para convencerlo de virar atrás.
En fin, renunció a renunciar
LO QUE NOS QUEDA POR HACER
Siempre queda algo por hacer, por aquello de que cada obra humana es perfectible y por la aspiración cubana de hacer siempre más por su gente, y concretar la aspiración irrenunciable de la calidad de vida.
Los líderes históricos de la Revolución, la generación intermedia que a decir de Fidel aprendió durante todos estos años a defender nuestros principios y los pinos nuevos, marchan unidos hoy de la mano de un pueblo que ha demostrado durante décadas su capacidad de respuesta, resistencia y su vocación de victoria.
Queda continuar incrementando la producción de bienes y servicios para darle aire a una economía que tiene que garantizar la invulnerabilidad del país en este sector, en un mundo tan cambiante y donde las asociaciones comerciales que logra Cuba son continuamente boicoteadas por Estados Unidos, al calor del Bloqueo.
Asegurar desde adentro la consolidación de la Revolución es la tarea de primer orden, lo que puede traducirse en garantizar que factores externos no influyan decisivamente en la vida del país, para ello tal vez unas palabras un tanto parafraseadas puedan tener sentido. Salve Comandante, los que continuarán su obra le saludan.

La Revolución cubana sigue adelante

Rafael Carela Ramos

Santiago de Cuba, febrero 20.- El Comandante en Jefe y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, dio a conocer en un mensaje al pueblo cubano, en el día de ayer, su decisión de renunciar definitivamente a sus cargos, debido a su estado de salud, que le impide realizar sus importantes funciones.
En este mensaje, Fidel explica que no aceptará ni aspirará al cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe, pues de lo contrario traicionaría a su conciencia ocupar una responsabilidad que requiere movilidad y entrega total que no está en condiciones físicas de ofrecer.
El gesto, ejemplo de nobleza y desinterés imitables, retrata de cuerpo entero a un hombre que ha dedicado su vida a luchar contra la injusticia y por el bien de todos, porque para él la Patria es humanidad, a pesar de las situaciones sumamente adversas que ha debido enfrentar el país, y que ahora sólo aspira a ser un soldado de las más elevadas ideas.
Todo esto lo reconoce y valora en su justo medio el pueblo cubano, pues Fidel ha sido el líder histórico, el máximo dirigente de la Revolución cubana a lo largo de más de 51 años, 49 de los cuales al frente de Cuba, dirigiendo un proceso complejo de cambios y transformaciones sociales profundos, frente a la hostilidad del imperio más poderoso que ha existido en la historia de la humanidad.
Decirlo así, no da la idea de la dimensión del épico enfrentamiento, pero esa política en forma de bloqueo económico, amenazas y agresiones de todo tipo contra el pueblo y esta nación, durante más de 46 años, se ha traducido en innumerables carencias, sufrimientos y pérdidas de vidas de hombres, mujeres, ancianos y niños cubanos.
Las incontables batallas que Cuba ha debido enfrentar ante tales adversidades, han sido dirigidas victoriosamente por el Comandante en Jefe, que siempre ha tenido en su arsenal político y revolucionario una respuesta firme e inteligente en cada momento y frente a cada acción de nuestros enemigos históricos.
Así se han formado las generaciones de cubanos desde el 1ro. de enero de 1959, y en ese espíritu de seguir adelante, pese a todas las dificultades, se han inspirado los que defienden el proyecto social socialista, que es la mayoría de la población.
Pero el momento no es de lágrimas ni abatimientos, sino de respetar y apoyar la decisión del Comandante en Jefe, y la continuidad de la Revolución, y así se ha manifestado el pueblo luego de conocer la noticia y se aprecia en barrios y ciudades de la isla.
Como subrayó Fidel en su Mensaje, “Afortunadamente nuestro proceso cuenta todavía con cuadros de la vieja guardia, junto a otros que eran muy jóvenes cuando se inició la primera etapa de la Revolución. Algunos casi niños se incorporaron a los combatientes de las montañas y después, con su heroísmo y sus misiones internacionalistas, llenaron de gloria al país”.
Afirmó que unos y otros cuentan con la autoridad y la experiencia para garantizar el reemplazo. “Dispone igualmente nuestro proceso -señaló-, de una generación intermedia que aprendió de nosotros los elementos del complejo y casi inaccesible arte de organizar y dirigir una Revolución”, en los que se ha distinguido el segundo secretario del Comité Central del Partido y primer vicepresidente del Consejo de Estado, Raúl Castro Ruz, reconocido como eficiente organizador, impulsor del desarrollo de la defensa del país, y con una larga y meritoria trayectoria revolucionaria que lo hacen merecedor de la confianza y el apoyo del pueblo, en esta histórica tarea que le corresponde continuar al frente de la nación.
A los enemigos de la Revolución, que ahora se las dan de consejeros y hablan de una supuesta transición democrática y de reformas políticas, con la esperanza de que sirvan de sostén a la restauración de la sociedad de consumo, la respuesta es que el pueblo cubano, unido como siempre, seguirá trabajando, defendiendo y luchando como hasta ahora, por la construcción de una sociedad mejor y más justas, donde prevalezca la justicia y el mejoramiento humano.

Cuba: un pueblo afortunado que cuenta con un líder como Fidel Castro

Aída Quintero Dip

En un momento cumbre de su liderazgo político e importante de su vida, en que decide no aceptar cargos como presidente del Consejo de Estado de Cuba, Fidel Castro sigue siendo extremadamente leal a sí mismo, a su pueblo y a sus convicciones.
El compromiso ante la historia de la nación, no le permite a un líder de su altura ética aceptar una responsabilidad que exige facultades que ahora no está en condiciones de ejercer, después de desempeñar -como él mismo señala- el honroso cargo de Presidente a lo largo de muchos años.
Es la lección de un revolucionario que -contrario a lo que piensa y manifiesta el enemigo-, no se aferra al poder, y, sobre todo, no renuencia al sacrificio ni a servir a la causa ni a continuar combatiendo como “un soldado de las ideas”.
Ante los valores y enseñanzas contenidos en el mensaje, ante ese acto de grandeza de Fidel, los hijos e hijas de su pueblo hablaron con el corazón. Un constructor dijo sencillamente: “Es mejor que descanse, ese hombre me dio mucho”, mientras un oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias expresaba: “Es una prueba de su valentía y confianza en el pueblo”.
“Fidel es, simplemente, un revolucionario”, sintetizó una argentina amiga de Cuba, y otro solidario con nuestra causa reconoció: “Su único crimen es haberse negado a bajar la cabeza ante los poderosos”. El Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Samuel Santos López, ponderó su noble proceder: “Mi admiración para él, hasta en el momento de su retiro es un gigante”.
Afortunado es realmente el pueblo que tiene su luz de brújula, y su advertencia: “El camino siempre será difícil y requerirá el esfuerzo inteligente de todos. Desconfío de las sendas aparentemente fáciles de la apologética, o la autoflagelación como antítesis…El adversario a derrotar es sumamente fuerte, pero lo hemos mantenido a raya durante medio siglo”.
Y nos queda tanto. Este pueblo seguirá consecuente con el ejemplo de quien ha procedido sin vacilación desde sus días de rebeldía universitaria, del Moncada; de la prisión fecunda; del Granma, y la Sierra Maestra; de la Crisis de Octubre y los momentos gloriosos de Playa Girón y de Angola; arraigado junto al pueblo al que sirve, y revelando su estatura como estadista y revolucionario excepcional.
Ello constituirá acicate para no dejarnos vencer ante situaciones adversas, aprendiendo cada día de su indeleble magisterio, en la forja de los pinos nuevos junto con cuadros de la vieja guardia, capaces de llevar adelante la experiencia cubana, marcada por una ética de actuación con elevadas pruebas de lealtad ante los principios e incorruptibilidad ante el poder.
Porque el secreto de los que algunos han calificado como el milagro del sistema socialista cubano, está en la unidad y la confianza mutua entre pueblo, Fidel, Raúl y los principales dirigentes de la Revolución. Ese ha sido el escudo, la única fórmula que el enemigo no puede descifrar, pues desconoce la fortaleza que imprime la cohesión, en defensa de una bandera y un ideal.
Con el honor como coraza seguiremos unidos, trabajando y luchando, cumpliendo el mandato que significa marchar apretados, en tiempos convulsos, con la cabeza erguida, sin retroceder ni ceder ni vulnerar un solo principio ante amenazas y peligros, definiendo el espíritu inclaudicable de la nación.
Tenemos el deber hoy más que en cualquier otro momento de la historia, de ser consecuentes. Sin cargo o con él, el artífice de la Revolución continuará acompañando para siempre a los cubanos, identificados con su verticalidad, como garantía de la continuidad histórica de nuestro proceso.